Reseña:

Una institución que desconoce o niega lo que está por "debajo" no está ciertamente segura de su suelo. Cualquier acontecimiento compromete su estructura, todo acto la cuestiona, la vuelve vulnerable, manifiesta su síntoma. Ante la amenaza se ritualizan los mecanismos, se rigidizan las acciones dificultando el intercambio entre los sujetos, obstruyendo la capacidad de juego. Una estabilidad de este tipo sostiene una vida de simulaciones negando historias acaecidas, trayectorias particulares, sosteniendo en su lugar pactos inconscientes que silencian las diferencias vaciando de contenido los intercambios. La institución se cierra sobre sí misma provocando en su interior consensos incuestionables asentados en la negación de las acciones realizadas, los espacios significados, las interacciones vividas. En su lugar se instituye la leyenda, el mito, la fábula, la ficción. Toda leyenda desea que ser olvide la historia; niega un proceso vivido. Restablecer fuerzas, instaurar el diálogo, aceptar la diferencia, repara el sufrimiento es, en primer lugar admitir aunque resulte doloroso que esto sucedió, que debemos apegarnos a reconocer esta historia acaecida como nuestra. Es retomar la palabra excluida, sosteniendo una mirada al pasado que agudiza la visión de las cosas del mundo actual, permitiendo que la vida se exprese. Liberando a los sujetos institucionales que identificando su pasado desempeñen una historia distinta que los aventure al otro lado del espejo. Quizás éste es el único sentido de haber contado esta historia.