Reseña:

Qué fortuna: tiene usted en sus manos un texto para el que necesitará resistencia pulmonar y emocional por la inmersión a la que arrastra su lectura. Vivir duele, pero no solamente en blanco y negro, doler y ya: note usted cómo el lenguaje de la autora va entretejiendo los matices y los niveles, los pasajes secretos y los puentes levadizos para construir una nueva complejidad a la tragedia. Porque se trata de una tragedia narrativa, con una gran dosis lírica hecha de reiteración, inmersión, enumeración, inundaciones de las que a veces necesita uno apartarse un poco; hay que entrar a esta red líquida y de vez en cuando salir a respirar. Los nombres griegos, ya significativos por su carga legendaria, son resignificados en esta exploración que nos explora. Estamos hechos también de los demás. Véase: "La amiga de ayer me dijo que Electra se llevó todo cuanto el río contenía, la superficie, el sedimento, las piedras, las plantas, los peces, la profundidad y la vida que ahí habita". Al final de la lectura los lectores atentos notarán que han sufrido cierta anfibia metamorfosis. Siéntanse orgullosos.