Reseña:

Hacer surgir la frase de otra frase, es parte de un misterio que, si somos prudentes, solemos llamar inspiración. Pues la inspiración, en su versión menos exacerbada, no es sino la continuidad de una única cosa que se permite el lujo de un desvío inesperado. De ahí que la inspiración es arbitraria: siempre acepta sus propias razones para arrogarse un alma novedosa sobre el suelo en que yace lo establecido, y también lo sospechadamente bien dicho. Pero ¿si lo dicho reclamara una segunda oportunidad para ser mejor atendido por frases que anteriormente no lo habrían contemplado por entero? Grave problema, porque si eso exige la intervención de una autoridad diferente a la que ya se conformara en la primera edición de un decir, jamás podremos saber si la nueva interpretación obedece a una inspiración respetuosa del sentido yacente o si por fin se llama inspiración porque viene a ofrecer sentidos nuevos.