Reseña:

Martín López Brie es un digno representante de la generación que son hijos de argentinos emigrados a México por razones políticas en la década de los setenta. Ellos crecieron (y algunos nacieron) en nuestro país y se les llama argen-mex. La mayoría de estos emigrados ya eran artistas o estaban en camino de serlo y sus hijos heredaron no solamente las mismas inquietudes sino, muchas veces, una manera particular de ver la vida: la nostalgia. Nostalgia del paraíso perdido: de la familia, los amigos, la comuna, la calle Corrientes con sus librerías y cafés abiertos hasta la una de la mañana. Pero, muy particularmente, del puerto de Buenos Aires. El ir y venir de los barcos que traían a otros emigrados, la mayoría europeos, que buscando fortuna o refugio en América salían de España, Italia o Alemania. Algunos de ellos, a su vez, también huyendo de la guerra, o del hambre, o de la intolerancia. Una extensa migración que alcanzó, de manera determinante, al teatro mexicano. El ancho Río de la Plata que, en algún punto, se une al mar. No es de extrañar que el puerto más cercano a sus recuerdos sea Veracruz. Tal vez porque también tiene barcos oxidados que se balancean en el agua y que nos hacen preguntarnos: ¿qué sueñan los barcos cuando duermen? En este ir y venir de la memoria propia y de la ajena, el teatro de Martín se ubica siempre en este imaginario, en esta pregunta, en esta nostalgia. En el recorrido fantástico de una geografía imposible: una lista de puertos emblemáticos que no serían la mejor recomendación de una agencia de viajes; aderezados por una atemporalidad que le hace suponer que el faro de Alejandría de verdad sigue ahí y que no fue destruido por un terremoto hace cientos de años. Lo que no importa en absoluto porque en sus postales el faro sigue ahí, igual que en algún lugar sigue el padre ausente. Con habilidad mezcla la novela de aventuras de su adolescencia con la carta de navegación, la carta de amor y la carta adivinatoria. Hurga las entretelas de las premoniciones femeninas, intuye las fugas del amado y dibuja la desesperación del amante que se queda. Viaje emocional en un baño, que abre los cajones de la ausencia y que nos hunde en un charco de agua que se vuelve el mar de Ulises y sus travesías. Martín Acosta