Reseña:

Guiado por una experiencia excepcional, el autor comunica un sentimiento profundo de humanidad y logra hacer surgir al verdadero actor: el campesino, el mismo al que el joven Julián se había acercado para concientizarlo. Cuál no sería su sorpresa al descubrir que éste, entusiasmado por la reforma agraria y al amparo del gobierno de Allende, se organizaba en Consejos Campesinos para resolver sus asuntos. Observará, asombrado, que las reuniones eran verdaderos talleres en que se construía una nueva sociedad, se planeaba la recuperación de las tierras, se pronunciaba palabras desconocidas (como salud y educación) y se susurraba otras prohibidas (como corrida de cercos). Verá surgir líderes jóvenes y quedará admirado por la palabra moderada de los viejos. Aprenderá del pragmatismo campesino, del dolor mapuche y de su desconfianza hacia el Estado chileno. Verá a algunos contentarse con ser propietarios y escuchará hablar de una lejana y confusa revolución. Y de todos aprenderá. Lo harán dudar, reflexionar e interrogarse si es tan fácil oponerle a la violencia patronal otra, la revolucionaria, aun cuando ésta sea percibida como legítima. Los debates de los Consejos Campesinos lo obligarán a preguntarse sobre el papel de la vanguardia política y su propio rol como activista campesino.