Reseña:

El libro trata sobre la conformación del Estado mexicano en la primera mitad del siglo decimonónico. Alejado de las visiones holísticas, la obra estudia al Estado en tres de sus dimensiones centrales: por la constitución de su forma de gobierno, por la representación política y por la ciudadanía. La investigación pone mayor atención a la forma republicana, dado que en la historiografía latinoamericana ha sido uno de los temas más descuidados de la era contemporánea. El autor sostiene que en México predominó un "republicanismo parlamentario", lo que generó una manera propia de republicanismo que lo diferenció del modelo estadounidense. En cuanto a la representación política, se analizan dos grandes novedades intrínsecas al tema: el uso del voto por diputaciones -una forma de representación federalista que tuvo un desarrollo propio en México- y el nacimiento de los distritos uninominales en su acepción moderna. De pasada, se realiza una historia de los Congresos generales. El resultado es una fascinante inversión de los postulados que nutren la historiografía tradicional mexicana, que suele poner énfasis en el poder ejecutivo sin reparar en el pensamiento y acciones del poder legislativo; esto es, la perspectiva de que los Congresos mexicanos fungieron como el actor central de la política mexicana a lo largo de casi todo el siglo XIX. Respecto a la ciudadanía, el autor explica que en México se arribó muy pronto a los derechos políticos liberales que imperaban en los países más avanzados del orbe occidental. Estos tendieron a ser radicalmente amplios, cercanos al voto universal masculino desde 1823, incluso si se compara la experiencia mexicana con naciones como Francia e Inglaterra. Sin embargo, dicha amplitud no fue lineal y, sobre todo, se vio acompañada de un embudo en los procedimientos electorales (el predominio de los mecanismos indirectos), lo que mermó el impulso acelerado de la ciudadanía en México.